dimecres, 29 d’abril del 2020

¿Qué tienen en común las diferentes religiones del mundo?

La gran mayoría de religiones parten de la base de la existencia de uno o varios seres supremos, dioses omnipotentes como figura creadora del mundo cognoscible e incognoscible. Este Dios da respuesta a todas aquellas preguntas que el ser humano ha sido primitivamente incapaz de responder, ahogando así  la búsqueda intrínseca de los seres humanos por comprender todo aquello que nos rodea. Con este pretexto, Dios se impone como único fundador de todo aquello que nos rodea, haciendo así del ser humano un elemento inferior a él. Esta creencia en un ser superior despierta en el hombre una necesidad impetuosa de llevarse bien con su Dios creador mediante el cumplimiento de un seguido de pautas morales que debemos aplicar si queremos hallar “la vida eterna”. Este concepto se extiende a la totalidad de las religiones, expresada gracias a la existencia del “más allá” tras la muerte, siendo esta idea reflejada a través de la existencia de paraísos celestiales, ciudades prometidas, jardines prohibidos, reencarnaciones… que menosprecia la vida terrenal y justifica le redención del practicante, haciendo de nuestra estancia un mero tramite hacia lo desconocido. No obstante, para aquellos que decidan no seguir estas pautas les espera la antítesis de lo anterior, el infierno.

Estas pautas son un conjunto de prohibiciones, obligaciones, redenciones y castigos que vienen recogidas en un conjunto de escritos normalmente contemporáneos a la existencia de un primer embajador de Dios, un enviado especial que refleja la intencionalidad del todo poderoso y que remarca una clara división entre aquellos que decidan seguir su palabra y aquellos que no, convirtiendo estos últimos en blasfemos y herejes. Una especie de ser humano inferior que desmerece la vida en el paraíso prometido junto a su creador. Los elegidos —aquellos que decidan procesar la religión— en numerosos momentos de la historia se han visto obligados a emprender las llamadas “guerras santas”, una especie de purga llevada a cabo por tal de eliminar el mal de la tierra que conlleva el sacrificio del infiel, o en su defecto, no tener contacto con el pecador. 

Para hacer posible la perduración de la palabra de Dios expresada a través del “enviado” y recogida en las santas escrituras se crea un séquito de embajadores, así como profetas, pastores, ministros de Dios y guías espirituales que remarcan los valores de la religión y recuerdan las normas que el rebaño debe seguir al pie de la letra por tal de alcanzar la vida eterna. Una vez más una tercera división entre el pueblo que antes permanecía igualado en cuanto a poder y libertad.

Como conclusión a la segunda pregunta de este trabajo: “Que piensas de las religiones y que crees que pueden aportar a la sociedad”, y tras la exposición de las anteriores similitudes entre las religiones del mundo, pienso que estas, primitivamente han intentado dar una explicación a todos aquellos fenómenos que por entonces el ser humano era incapaz de comprender por falta de medios para el conocimiento de los mismos.

Aplicando la anterior pregunta a la sociedad actual, pienso que las religiones inducen un seguido de esquemas mentales a través de la palabra sagrada, que modela la conducta de aquellos que la deciden practicar. Una conducta mayoritariamente positiva, pero que a su vez introduce un seguido de opiniones propias de una mente contemporánea a las santas escrituras, y que por lo tanto son acertadamente tildadas de primitivas y arcaicas. Hecho “comprensible” si tenemos en cuenta la datación de estas escrituras, que han permanecido intactas e incolumnes a la evolución de la sociedad desde hace más de 5.000 años (2.000 si hablamos del cristianismo). Este hecho hace involucionar e incluso retroceder a la totalidad del conjunto de seres que intentan convivir en una misma sociedad, dividiendo, discriminando, menospreciando, marginando, silenciando e intentado erradicar a numerosos colectivos de personas ajenas a la religión en cuestión por motivaciones ideológicas, por no hablar de las sangrientas cuestiones históricas, donde inmemorialmente las religiones del mundo se han cerciorado de imposibilitar el cambio por beneficio propio o de terceros a fin de mantener su estabilidad en la cima, acciones propias de uno de los colectivos, si no el más poderoso e influyente del mundo. Motor principal del ideario colectivo. 

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